martes, 8 de febrero de 2011

La campiña, tierra de pan para llevar (1)

A los que andamos por la comarca del Guadajoz, el paisaje de la campiña se nos antoja cercano, con lomas características, rematadas por pueblos, cortijos y caseríos sobre un mar de tierra calma, de sembradío, o tierra de año y vez.

Construimos el paisaje desde nuestra propia vivencia y aprendizaje. Para unos, la imagen descrita en el párrafo anterior, recoge un espacio vivido en un momento dado, desde la siega o la historia del abuelo. Para otros, la imagen no es más que un fotograma de una película que recoge los primeros pasos de la transformación del espacio a base de piedra y sangre, hasta la aparición de ingenios mecánicos de fibra de vidrio, plástico y acero.

La evolución de la campiña, es algo parecido a esas películas de larga duración, en la que cada personaje desarrolla su propia historia de forma pausada, a veces lenta y casi cansina. Transcurre así la película sin sobresaltos hasta que de repente, sin previo aviso, el desastre natural o artificial acelera la acción y une a los personajes bajo un mismo argumento.
La historia de la campiña es la película de la transformación de un espacio original por el hombre con dos partes bien diferenciadas. Durante la primera, diferentes actores van apareciendo lentamente sobre un mismo espacio dejando huellas características a lo largo de miles de años. En la segunda parte, el tiempo de la acción corre a gran velocidad, sin tiempo si quiera para asimilar o reflexionar sobre el dialogo o la calidad del plano.

Antes de que la Bética fuera despensa de Roma, la campiña fue espacio de caza y recolección durante el Paleolítico. Con el neolítico llegarían los primeros cambios del espacio. La puesta en cultivo del territorio llevó a una gran deforestación inicial de las zonas más bajas y próximas a los ríos para el cultivo de la escanda, trigo y cebada, alimentos base acompañados de bellotas y olivillas. Se continuaba cazando el ciervo, el conejo, el jabalí e incluso el lince, pero ya aparecían especies domesticadas como cerdos, ovejas y cabras. Durante el Calcolítico la agricultura se intensifica, aparecen nuevas herramientas para labrar la tierra y nuevas actividades asociadas a la aparición del telar [1].

Durante la Edad del Bronce, continua la ocupación de la campiña. Sin embargo, es en el ámbito del mítico Tartessos cuando se intensifica la agricultura mediante verdaderos procesos de colonización agraria en varias zonas de la campiña [2] y se promueve los intercambios comerciales de los excedentes de producción [3]. En el mundo ibero, la campiña ya es un espacio agrícola consolidado que relega la vegetación natural a zonas más altas. Se cultivan nuevas especies de trigo y cebada, junto con guisantes, habas, lentejas y garbanzos, y se potencian cultivos leñosos como la vid, el almendro y el olivo en antiguas zonas de monte mediterráneo [4].

Queda así dibujado el paisaje agrario típico de la campiña del Guadajoz, una imagen básica mantenida durante siglos por romanos, visigodos y musulmanes, con muy pocos cambios hasta mediados del siglo XX. Tras la conquista de Córdoba y los pueblos de la provincia por el Rey Fernando III (1236-1241) la campiña aparece como una extensa comarca de tierra y calma, tierras de año y vez. En las fuentes documentales hay pocas citas sobre olivar, como pequeña es la superficie ocupada por otros cultivos como la vid y el regadío [5].
A mediados del siglo XVIII casi tres cuartas partes de la campiña están cultivadas, y casi la totalidad en zonas alta rentabilidad agrícola asociada a los señoríos, como en el caso de Baena y Albendín. El regadío, la viña y el olivar seguían siendo cultivos secundarios por debajo del 1% de la tierra, cerca de los núcleos de población y ausentes en los señoríos y despoblados, como nuestra Silera [6]. El trigo era el principal cultivo en las tierras acortijadas o en las hazas sueltas y ruedos. Le seguía la cebada, base para la alimentación del ganado de labor, como la escaña, aunque serían panificables en tiempos de escasez. Seguían al cereal las leguminosas, garbanzos, lentejas y habas pero también yeros y alverjones para el ganado.
Cien años más tarde, se ven pocos cambios a nivel general, mientras que en algunos casos como el de Baena, la puesta en cultivo del Monte Horquera (1820) así como la transformación de algunas dehesas como Fuentidueña o Guta, entre otras, incrementan la superficie de olivar al 23% del municipio. La desamortización así como la eliminación del monopolio de la molienda, en el caso de Baena, contribuyeron posteriormente a la expansión de este cultivo, que todavía mantenía un segundo puesto respecto al cereal.


Entramos en el siglo XX. Entre 1950 y 1970 comienzan los grandes cambios en la campiña: la superficie de olivar sigue creciendo, superando ya a la de cereal, en franco retroceso, sobre todo la cebada, a raíz de la aparición de nuevo cultivo en 1967, el girasol [7]. Otros cultivos tradicionales como los garbanzos y las habas están desapareciendo, igual que cultivos industriales como la remolacha y el algodón que tuvieron cierta importancia en el siglo pasado.


La película de la campiña no acaba aquí. Hoy hemos viajado a lo largo siglos de historia de forma rápida y sintética (y por tanto muy atrevida) sobre uno de los protagonistas, el uso agrario del suelo. No hemos entrado en detalles sobre otros aspectos básicos del territorio y necesarios para su interpretación. Quedan cuestiones clave como la evolución del sistema de asentamientos, vías de comunicación, estructura de la propiedad y, de cara al futuro, posibles estrategias de desarrollo alternativo de actualidad con la propuesta de nuevas actividades en torno al patrimonio histórico de la campiña.

[1] ACOSTA MARTÍNEZ, P. (1995). Las culturas del Neolítico y el Calcolítico en Andalucía Occidental. Espacio, Tiempo y Forma, Serie I. Prehistoria y Arqueología 8. Pp: 33-80.

[2] RODRÍGUEZ DÍAZ, A. (2008). “Colonizaciones agrarias” y procesos regionales en la Protohistoria del Suroeste de la Península Ibérica. XVII International Congress of Classical Archaeology, Roma 22-26 Sept. 2008.
[3] BARCELO, J.A. (1995) Sociedad y Economía en el Bronce Final Tartesico. En Tartessos, 25 años después. 1995. Ediciones del Ayuntamiento de Jerez.
[4] RUIZ, A.; RODRÍGUEZ-ARIZA, Mª. O. Paisaje y asentamiento entre los iberos de la cuenca del río Guadalquivir (S. VI al III a. n. e.). http://www.ujaen.es/centros/caai/articTaranto.htm
[5] LOPEZ ONTIVEROS. A. (1970). Evolución de los cultivos en la campiña de Córdoba del siglo XIII al siglo XIX. Papeles del Departamento de Geografía, 2. Pp: 9-77
[6] La Silera de Albendín. Albendín desde la Torre. http://albendindesdelatorre.blogspot.com/2011/01/la-silera-de-albendin.html

[7] LORING MIRO, J. (1981). La campiña de Córdoba. Necesidad de un cambio estructural. Colección de Estudios Cordobeses 18.
[8] INE (2000). Censo Agrario 1999.

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