La memoria es cosa traicionera porque unas veces borra historias antiguas de nuestra vida y otras, de repente, rescata de lo más profundo una imagen vaga que, sin éxito, nos afanamos en reconstruir. Es esta imprecisión de la atrevida memoria la que te deja cierto mal sabor de boca, primero porque sin piedad nos recuerda el paso del tiempo y nuestra propia incapacidad de recordar todo lo que quisiéramos; y segundo porque vemos como aquellas cosas de niños de hace ya casi medio siglo han desaparecido de nuestro acervo común de costumbres, juegos y tradiciones.
Navegando entre las páginas de la Revista Folklore,
publicación digital que recomendamos a todos los que sientan y vivan la
cultural más popular, me encontré con la descripción de un instrumento musical,
el birimbao. Allá por los 80 decía Juan Bautista Varela de Vega que el birimbao
se había puesto de moda como instrumento muy sencillo, popular y muy antiguo,
formado por una lámina metálica que se hacía vibrar sujeta por un extremo a un
marco del mismo material en forma de herradura u horquilla de pelo. Se tocaba sujetándolo
con la mano izquierda entre los dientes y puenteando con la derecha el extremo
libre de lámina o lengüeta, resultando un sonido característico al que alude
precisamente el nombre del instrumento, birimbaouuuuu.
Tras la lectura del artículo, de repente, me vino a la memoria, la imagen de Paco el del estanco, personaje y establecimiento que los menos jóvenes de Albendín recordamos con cierta nostalgia. Y es que el birimbao, hoy objeto de tienda especializada, antes fue juguete de niños que se compraba en el estanco, ese lugar mágico en el que había desde novelas y tebeos del Guerrero del Antifaz, hasta puntillas, cazuelas, zapatos, y como no tabaco. Me cuesta recordar el nombre que le dábamos en Albendín, tampoco su forma exacta, pero recuerdo perfectamente sus colores y matices metálicos así como el sonido característico.
Hoy he tratado el tema con Manuel Álvarez, primo y compañero
de banda de birimbao allá por los setenta del siglo pasado. Tampoco él recuerda
con exactitud el nombre propio del birimbao en Albendín, quizás el de rana por
ser parecido a otro artilugio metálico que comprábamos en el mismo estanco para
croar en el pilar….
Buscaremos algún birimbao entre las cosas antiguas de la
camarilla a ver si, con suerte, os la podemos mostrar en una próxima entrada…