martes, 30 de octubre de 2012

De Santos, Difuntos y gachas


Llegan los días de todos los Santos y Difuntos. Como en muchas de las fiestas religiosas que celebramos cada año, tras la festividad católica aparecen ritos y costumbres de origen pagano, ciclos naturales de cambio y muerte de la naturaleza.
 
Cementerio de Albendín

Los equinoccios de marzo y septiembre señalan la llegada de la primavera y el otoño. Con cuarenta días mágicos de cambio y paso de estrellas y planetas, tras el inicio de la primavera el campo se lleva de romerías en torno al 13 y 15 de mayo, y tras el del otoño, otros cuarenta días después, llegan los Santos y Difuntos del 1 y 2 de noviembre.

Con el día de Todos los Santos, la iglesia católica honra a los cristianos caídos en tiempos de persecución y campo de mártires, y a los santos olvidados. El de Difuntos es día de oración por las almas de los fallecidos que moran en el purgatorio y recuerdo de familiares. Pero antes de que la Iglesia recogiera estos días en su calendario, culturas y religiones anteriores marcaron el 31 de octubre como principio y fin de año [1], una noche mágica dedicada al sacrificio de Dioses de la fertilidad, de faunos, chamanes y brujas, un día en el que la barrera entre lo vivo y lo muerto se estrecha, y en el que las ánimas frías y blancas anticipo del invierno vuelven a la tierra. Con noviembre acaba el otoño; es tiempo de migas, de envero de aceituna, de siembra de grano en la campiña, y de cosecha de membrillos y gránas en la huerta. En el monte, noviembre es mes de bellotas y castañas, tiempo también de recogida y guarda de ganado.

En estos días de Santos y Difuntos, como los centros florales que adornan el campo santo olvidado durante el resto del año, vuelven las gachas al Albendín. La cocina se llena de sartenes hondas de cabo largo, para aceite virgen, harina, y coscorrones de pan. Aromas de matalahúva, canela y almendra se propagan por todos los rincones de la casa despertando recuerdos de infancia de pueblo.

Como los huesos de santo y castañas en otras comarcas, las gachas son plato típico y tradición de estos días en Albendín. Su origen está unido a la celebración y cosecha anual de frutos de temporada, al homenaje a los difuntos pero también a nuestros miedos a su regreso. Según la tradición, fueron las gachas el sello perfecto de harina y agua para tapar cerraduras viejas de puertas por las que las animas podían anunciar la muerte venidera [1].

Sea o no este su origen, como las migas en tiempo de lluvia, o la ensalada el sábado y domingo de resurrección, las gachas reúnen a la familia en torno a un buen perol de cuchara y paso atrás, una escusa más para el recuerdo a los que se fueron desde el cariño de los que nos quedamos…


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